Dos hombres se sostienen la mirada en la bodega de un barco. Dos simples y frágiles hombres, sin grandes diferencias entre ellos, excepto porque uno está maniatado a una silla de ruedas y asegura ser Dios. A pocos metros, un león enjaulado asiste como silencioso testigo a su batalla dialéctica:
-¿Por qué no me parte un rayo? ¿Por qué no transformas esas cuerdas en serpientes y te liberas?
-No lo necesito. Vas a desatarme en cuanto consigas lo que quieres.
-¿Y qué se supone que quiero?
-Mi atención.